viernes, julio 30, 2004

A ESA PERSONA

Hace un par de noches tuve un sueño muy interesante. Soñé que besaba a una persona a la que conocí hace tiempo en un entorno de magia y realidad entremezcladas fruto de la literatura y de la voluntad colectiva de vivir esa literatura como algo más que palabras en papel.

Le vi y me pareció muy guapo. De hecho, me dio un vuelco el corazón porque se parecía mucho al chico del que estuve enamorada ocho años hace ya bastante tiempo. Disfruté mucho mirándole y tratando de acercarme a él y bailar con él, aunque él no me hizo ni caso. Cuando conseguí entablar conversación con él, resultó que tenía bastantes años menos que yo. Asaltacunas, pensé de mí con una sonrisa resquicio del pasado.

El caso es que luego le he vuelto a ver en situaciones similares y, cada vez que le veo y que tengo la oportunidad de hablar con él, voy constatando lo que ya percibí entonces: que es un caballero de esos que ya es difícil encontrar, y que es dulce y bueno e inteligente. Un bombón, vamos.

Así que, pese a que estoy absolutamente colada por quien todos sabéis y si me lo permitiese le seguiría a todas partes, creo que mi sueño era bastante revelador y comprensible. A lo mejor algún día me deja besarle, nunca se sabe. A lo mejor lee esto y me muero de vergüenza la próxima vez que le vea.

Zirbêth

O LO DIGO O REVIENTO

Vesania es una de mis blogueras preferidas. Me encanta como escribe, las cosas que se le ocurren, que no se corta por aquello que yo a veces me corto de no querer molestar o preocupar a nadie (aunque se me está pasando) o por no pasarme de íntima en mis mensajes, que mucha gente que conozco puede leer este blog y no todos son de ese nivel de confianza. (Por cierto, que a lo mejor es sólo sensación mía y por comparación).

Pero a lo que iba. Leyendo a Vesania me encuentro una lista de cosas que dice odiar y, dado que me gusta como escribe y quiero pensar que en parte ese gustar puede deberse a que haya similitudes en nuestro carácter, y como lo de leer blogs da la sensación de que conoces a esa persona íntimamente y que es tu amiga (aunque no la hayas visto en tu vida ni hablado con ella), pues piensas, yo pienso, que quiero caerle bien y tal. Y entonces te encuentras en la lista esa varios defectos y dejes odiados por ella que tu posees y ostentas, en algunos casos, con cierto orgullo. Y yo me digo, vaya, y absurdamente me siento extraña e insegura, aunque por otro lado me sale una de esas sonrisas de medio lado, burla interna de apariencia externa, porque vaya tontería, ¿no? Si me conociese a lo mejor en mí esas cosas, para ella, se volverían secundarias, porque una tiene otras facetas de carácter aparte de esas marcadas como odiosas en su lista. En fin, absurdeces varias.

De esa lista, se me han quedado marcadas dos o tres cosas que decía por las razones ya enumeradas más arriba. Una es que no le gustan las personas que exageran sin motivo (punto 24 de la lista). Y a mí, como he vivido en Andalucía, se me ha pegado lo de exagerar y lo utilizo como recurso estilístico (sin estilo ninguno) al hablar y al escribir. Sobre todo si estoy tratando de ser graciosa (cosa que según cierta persona no consigo casi nunca).

Lo segundo es lo del punto 29 y los acentos: ¿qué le voy a hacer si se me pega el modo de hablar de la gente? Basta con que pase una tarde con mis amigas peruanas para que me tiré luego entonando las frases y soltando ¡ay carajo! durante días. Y me gusta porque es algo que heredé de mi abuelo, que era una de esas personas con la capacidad de ponerse a la altura de la persona con la que hablaba, ya fuese adulto, niño, catedrático o barrendero, como modo incosciente de empatía. Me siento muy orgullosa de esas pocas cosas en las que me parezco a mi abuelo. Algún día hablaré de él.

Lo tercero no está en esa lista (he estado repasándola), sino en algún otro post. Comentaba que le fastidia, que no soporta a la gente que huele la fruta en los supermercados y la deja si no huele bien. ¡Yo hago eso! Pero, coño, es que me jode intensamente pagar una fortuna por fruta madurada a porrazos o directamente no madura, que no sabe a nada cuando te la metes en la boca. Y me acuerdo otra vez de mi abuelo, que me enseñó a distinguir la buena fruta de la mala, como los melones y las sandías (ninguna de las dos oliéndolas), y que la fruta hay que comerla cuando huele bien y que da igual que tengan gusanos, porque a fin de cuentas los gusanos se han alimentado de esa fruta, así que probablemente sabrán como la fruta. Y si están muy creciditos, en fin, pues quítalos. Como con los seres humanos, el aspecto externo es mala guía de decisión a la hora de acercarse a ellos. Mejor catarlos de algún modo en cuanto a lo que de verdad cuenta, el cerebro.

Así que, seguramente, seguiré imitando acentos sin darme cuenta, seguiré exprimiendo el aire de la frutería antes de decidirme por lo que sea que vaya a comprar (cómo los melocotones de hoy), me limaré las uñas donde me pille que me las rompa si llevo lima (o sea, casi nunca) y seguiré exagerando por diversión, aunque eso no sea un buen motivo.

Pero, sobre todo, seguiré esperando impaciente cada escrito de Vesania.

Zirbêth

jueves, julio 29, 2004

VIAJE HORRIPILANTE

Cuantos días sin escribir, madre mía. Bueno, a ver si ahora que he desembarcado en Númenor me dedico a escribir de vez en cuando, aunque no sé, no sé, seguro que Su Bajestad me enmarrona en cuanto me descuide.

Pero a lo que iba. El viaje de Valinor a Númenor (léase de Brighton a Madrid) fue pesado como pocos. A eso de las seis cuarenta de la mañana nos levantamos para no perder bajo ningún concepto el bus al aeropuerto, pues temíamos posibles embotellamientos camino a ese autobús llendo en el de línea. Así que a las ocho y veinte ya habíamos llegado. Esperamos hasta las nueve y todos menos yo durmieron en el trayecto al aeropuerto. Odio las despedidas. Me había dado la llorera la noche anterior y me volvió a dar en el aeropuerto, delante de todo el mundo, sin importarme un pepino que aquello, para los flemáticos ingleses, fuera algo no sé si inadmisible, pero si muy exagerado. Me calmé usando un método autotradicional: meterme en una librería a ver libros que no me podía comprar. Distraer la mente de todos esos pensamientos desgarradores extremistas de pérdida por un interés despistado y confuso en las páginas llenas de palabras que otros vertieron, vaya usted a saber, si en un estado anímico similar al mío en aquel momento.

Por fin, nos llaman para coger el avión. Tras chuparnos una cola considerable, nos sentamos en asientos separados (dos y uno, al otro lado del pasillo) y esperamos. Esperamos, cinco minutos, diez, veinte... "Señores y pasajeros, lo que creíamos una avería en el sistema de aire acondicionado a resultado ser algo más serio, un fallo en el sistema de ignición del motor del avión, por lo que nos vemos obligados a cambiar de avión para garantizar su seguridad...". Me parece bien, no quiero caer en el mar sin llevar mi abrelatas para irme nadando. Lo que ya no me parece tan bien es que, sin el aire acondicionado, antes de cambiarnos de avión nos mantengan sudando la gota gorda otros treinta minutos en el avión. Eru, que cruz.

Por fin, nos sacan de ese avión y nos sueltan en los pasillos del aeropuerto para que volvamos a la sala de espera. No sin cierto desconcierto y despiste, llegamos por fin a la citada sala y, ya sin material de lectura (porque me había casi acabado el libro que llevaba en la espera en el primer avión), cedo a la tentación y me agencio La dama de blanco de Wilkie Collins, en la librería por cuatro económicas libras. Salgo corriendo al avión, que nos han llamado cuando había decidido interrumpir la captura cultural para ir al baño en plan emergencia (muchos tardan minutos en el baño para desacerse de los residuos sólidos, pero yo, entre el apretón y la liberación, la verdad, tardo escasos segundos) y nos chupamos otra cola, con la mala fortuna de volver a sentarnos en disposición similar a la anteriormente comentada. Pero bueno, salí ganando, ya sólo tenía un crío delante, y no delante y detrás y a los lados... En fin, que nos sentamos y empezamos a esperar cinco, diez, quince, veinte minutos, y yo comienzo a sospechar que quieren volver a cambiarnos de cacharro. Pero no, es que en el ajetreo del cambio de avión, un pasajero de edad avanzada se ha perdido y no lo encuentran por ninguna parte. Pobre señor, o señora, que lo de elderly passangerno acaba de dejar claro el género del sujeto perdido. Y digo pobre, porque tras media hora de espera nos fuimos sin pero, imagino, con su equipaje... Que desastre.

Normalmente, a los aviones de easyjet los llamo cariñosamente aerobuses, pero esta vez aquello era una chatarra ruidosa y bamboleante, aunque por supuesto parte de la culpa del bamboleo fue de ese evento meteorológico consistente en alternar aleatoriamente capas de aire frío y caliente que se mueven caprichosamente y parece que a veces el avión se estuviese cayendo. Pero los ruidos de los alerones eran todo mérito del avión. Del cascajo, quiero decir. Así que, con un retraso de sólo tres horas largas, llegamos por fin a la calurosa Madrid (casi todo el trayecto durmiendo) y tras pasar por Alcorcón, nos fuimos a Armenelos. Allí, con los padres del Virrey, Su Bajestad en personas y las infantas, nos echamos unas risas y cenamos felizmente, hasta que a eso de las once y media nos llevaron a Orthanc a Su Bajestad y a mí. Tharkas se quedó a dormir conmigo y tuvo la gentileza inconsciente de no roncar ni mugir aunque, eso sí, no nos dormimos hasta casi las cuatro.

Hoy, a eso de las siete y media de la mañana, Saruman ha venido del trabajo y, tras dormir hasta la una y media, nos hemos reunido y comido y demás. Y como esto no le va a interesar a nadie, me callo y dejo este post de desembarco.

Quedan por delante visitas, excursiones, risas, partidas de rol, mimos de mi mami y lo que se tercie, hasta que el Virrey vuelva y tras nuestro breve reencuentro yo tenga que partir para Valinor, aunque no me apetezca nada, que ya lo veo venir.

Zirbêth

martes, julio 27, 2004

NO QUIERO

Todos estáis deseando ese cambio que se avecina, o casi todos. Yo no. Yo quiero despertarme cada mañana con él a mí lado. Maldito cambio.

Zirbêth

viernes, julio 23, 2004

RECREO

No es un buen título, pero no se me ocurre un modo mejor de llamar a este lapso en el que, previsiblemente, voy a escribir más bien poco, si no nada, en el blog. La embajada de Armenelos llegó felizcemente, aunque los elementos y un motín en el puerto de Valinor retrasaron un poco el feliz reencuentro.

Bruka ya tiene aquí a el Rey Padre y la Reina Madre y ha conseguido meterse en los pantalones del traje (cuando tenga foto del increible acontecimiento del Virrey de Valinor, también conocido como El Calvo, con traje y corbata, la añadiré al albúm de eventos extraordinarios) y va camino del Pavillion Dome, donde le pondrán disfraz de graduado universitario y su mami y yo babearemos a los que se sienten en el palco de debajo de nosotros.

Dentro de un rato, nos reuniremos con él y pasaremos un día de esos para recordar y el Calvo dira que no tiene hambre a la hora de comer por miedo a reventar el pantalón. Y, hablando de pantalones, afortunadamente yo quepo en los que me quería poner, no sin ciertas maniobras y la ayuda de ejercicios respiratorios. La ventaja es que a mí me llegan a la cadera, con lo cual mi barriga será libre de colgar por encima del botón y podré comer sin incomodidades, aunque llena de remordimientos.

Así que, queridos lectores (aunque sean también imaginarios, porque a ver quien es el guapo que ha llegado hasta el final de este infumable mensaje), les escribiré probablemente otro día, en algún momento, antes de que el mes acabe. Lo sé, lo sé, soy cruel e insensible y no podrán dormir y la ansiedad les dejará ojeras y engordarán por culpa de las visitas a la nevera tratando de llenar con comida el vacío de la ausencia de mis palabras. Pero sean fuertes. Volveré.

Zirbêth

martes, julio 20, 2004

JO

Orden del día:

- Perder el equilibrio en la bañera mientras limpio y ponerme entera pringando de agua sucia.
- Tirar el cubo de fregar de manera que el agua cale hasta la cocina justo encima de la comida que se está haciendo.
- Olvidarme de que estoy cociendo patatas y dejarlas hasta que se ha consumido todo el agua y se están quemando y pegando en el fondo de la olla.
- Comprobar en un alarde de ingenio como las cuchillas de la batidora expulsan el agua al ponerla en funcionamiento por el procedimiento de pegar la mano al extremo, con la consecuencia lógica de que me he batido la palma de la mano. Podría haber sido peor, no cayó sangre en la mahonesa...

Y sólo son las cuatro de la tarde. ¿Qué más sorpresas y maravillas me reservará el día?

Zirbêth

lunes, julio 19, 2004

COLA DE LEÓN, CABEZA DE RATÓN

Pensaba comentaros mi visita a Londres y algunas de las anécdotas, pero al llegar a casa he caído en la trampa de leer el periódico (El País), y me he encontrado con esta encantadora noticia:

Aznar y Rajoy dicen que el PP seguría en el poder si no fuera por "la desgracia" del 11-M

El ex presidente del Gobierno y el líder del PP han insistido esta mañana en que los atentados del 11 de marzo, "la mayor desgracia de la historia europea", impideron que el PP volviera a ganar las elecciones generales. En la clausura de los cursos de FAES, la fundación del PP, Rajoy también ha reclamado a Aznar su apoyo, "imprescindible", para recuperar el poder.


Aparte ya de que, siendo en verdad una desgracia, Europa ha vivido dos Guerras Mundiales creo, de lejos, mucho más estremecedoras (me parece nauseabundo ese tipo de manipulación emocional de las víctimas y los familiares y demás afectados), el decir que los atentados fueron lo que "impidió" que ganara el PP es un modo más de tratar de evitar asumir que los actos de terrorismo tienen sus consecuencias, y la masacre de Irak con la anticonstitucional intervención del ejército español por los cojones de Aznar y compañía fue y sigue siendo (ya sin nosotros allí, menos mal) un acto de terrorismo. No menos terrorismo que los atentados del 11-M.

¿Por qué demonios no se empleó todo ese dinero desperdiciado en Irak (por no hablar de las vidas, que no tienen precio) en tratar de desarrollar fuentes de energía alternativas y más limpias, para que no seamos tan dependientes del petroleo y, por ello, tan dependientes de los miserables tejemanejes de los llamados países poderosos? Porque si el poderío económico de España se va a basar en el imperialismo sangriento y en dejar países como heriales y cementerios en otros lugares del mundo, yo no quiero ser parte de ese poderío, ni como beneficiario ni como pieza del engranaje más o menos explotado. Lo siento mucho, pero el fin no justifica los medios, y me da igual que supuestamente nuestras tropas fueran de apoyo a llevar gasolina o lo que fuera. Los tanques lanzan bombas porque tienen gasolina que los hace funcionar. Así que, aunque no hayamos disparado el gatillo, hemos puesto los medios para ello, así que somos tan culpables como el soldado norteamericano o británico que se puso al mando del tanqué, el que localizó el objetivo y el que presionó el botón de disparo.

Y no nos engañemos. Formamos parte de un país que emplea más dinero en defensa (manda huevos, en comprar armas para matar, porque aquí nadie ha venido a quitarnos nada por las armas desde hace muchos años) que en educación, que en desarrollo y que en generar empleo digno (entre otras muchas cosas), un país que bajo el mandato del PP ha tratado de ser, por todos los medios, cola de león.

Y que, para constatar que para el ex gobierno del PP los españoles como pueblo les importamos una mierda, no hace falta más que seguir leyendo hasta el final del encabezamiento del artículo: "...para recuperar el poder."

Porque EL PODER es lo único que realmente quieren. Los españoles, para esos individuos, sólo somos un medio para alcanzar un fin.

Saben, señores, preferiría ser cabeza de ratón honrada y sin la muerte de inocentes en mi conciencia. Llevaría esa humilde cabeza muy alta.

Zirbêth

domingo, julio 18, 2004

OPERACIÓN BIKINI, SEGUNDA PARTE

A cuatro escasos días de que una embajada llegue desde Armenelos, estoy más gordita aún que cuando inicié la primera parte de esta poco exitosa operación bikini. Claro, me paso el día aquí sentada, escribiendo, leyendo, mandando cv y rellenando application forms (los odio, los odio, los odioooo), con un bote de kilo de mantequilla y pan apenas a centímetros del este negro teclado y, claro, es más fácil echar mano de eso que bajarse a la celda infecta que tengo por cocina (en realidad mi casero la reformó hace nada, pero creo haber comentado ya que mis compañeros son unos...) a cocinarse algo sano y ligerito.
 
Para colmo, el clima no acompaña, así que, aparte de las pocas expectativas de lucir bikini, lo de irse por ahí con la bici con la ventolera y la lluvia se hace poco atractivo. Y la temperatura tampoco anima a estar todo el día bebiendo agua.
 
En resumen: que soy una perezosa zampabollos y me sobran varios kilos y desde hoy voy a ver si trabajo la fuerza de voluntad y para la graduación del Calvo puedo entrar en otra cosa que los pantalones de emergencia.
 
Eru, que cruz.
 
Zirbêth

sábado, julio 17, 2004

RESPUESTA PERFECTA

-Entonces dijo: "Hay gente aquí a la que yo no le daría cinco duros aunque me los encontrara tirados en la calle y muertos de hambre".
-Bueno, es que algunos aquí no aceptaríamos cinco duros de él ni aunque estuvisemos tirados en la calle y muertos de hambre.
 
Y yo pensé: "¿Por qué no se me ocurrió a mí eso en el momento adecuado? Es la respuesta perfecta."
 
Qué rabia da a veces no tener mejores reflejos.
 
Zirbêth

EMPEZANDO LA CASA POR EL TEJADO

Siempre me ha maravillado como algunas mujeres se levantan antes que nadie y preparan el desayuno a sus familias, los despiertan amorosamente y llevan a los niños al colegio a la vez que preparan la ropa del marido, que se tiene que ir a trabajar justo al mismo tiempo. Cuando vuelven, dejan la casa impecable y como si allí no viviera nadie, en menos que canta un gallo, hacen las compras, ajustando la economía a la peseta pero sin permitir que nadie se quede sin su plato favorito, e incluso logrando ahorrar algo porque pronto será el cumpleaños del pequeño. Cuando llegan los demás de la calle, la comida está en la mesa y antes de que acaben ya están terminando de recoger la cocina. Como si estuvieran recién levantadas, emprenden la jornada de tarde con los críos, las ropas, los imprevistos, y aún encuentran tiempo para pasar un rato viendo la tele o acompañar a su marido a cualquier compromiso de trabajo o, simplemente, a dar un paseo.

Por lo general no trabajan fuera de casa, y así pueden dedicar algo de tiempo a hacer las cosas que realmente les gustan. Pero a veces la situación económica lo exige y tienen, además, que salir a desempeñar otro trabajo fuera. 
  
Pese a todo, siguen llevando casi siempre ellas solas el peso de la casa, de la educación de los hijos, de los temas médicos, del presupuesto del mes y, además, cuidan de su madre, que está enferma y vive sola. 
  
Conozco ya varios casos de este tipo. Y me asombra muchísimo la capacidad que tienen para llevar tanto peso ellas solas. Algunas son afortunadas y sus maridos e hijos empiezan a ayudar en casa y a valorar el trabajo que ellas realizan. Pero son las menos. 

Por un lado está lo de siempre. Que el hombre ha tenido a la mujer relegada a los trabajos caseros y a la cría de los hijos, dejándola a un lado en lo que a toma de decisiones se refería, y encerrada en casa como si de una posesión más se tratara. No me voy a extender en detalles. Pero por otro lado esta el cómo la mujer, a lo largo del tiempo, ha ido haciendo de este hecho su modo de vida. ¡Que remedio!. La buena esposa era la que desempeñaba todo lo anterior sin sacar de quicio a su esposo con menudencias y problemas propios del sexo débil. La comunicación entre hombre y mujer ha sido tan difícil como pueda serlo para un zulú y un noruego. A menudo pienso que todo esto se ha producido porque el hombre en general y a lo largo del tiempo ha venido padeciendo de un profundo problema de ego, un serio complejo de inferioridad, y en el fondo el relegar a la mujer a la casa y la crianza no ha sido más que un mal zurcido para evitar que al comparar, en igualdad de oportunidades, se viera perfectamente y a las claras que eso que siempre se empeñan en conseguir (demostrar que son superiores) no era más que una falacia. 
  
Pero análisis psicológicos superficiales a parte, lo cierto es que la mujer ha consolidado su puesto en la familia de manera que ésta esté perdida sin ella. El hombre domina fuera porque no tiene que preocuparse de la intendencia, y puede tener hijos porque ella los cuida mientras él mantiene su posición. Y la mujer lo sabe, no ya tanto de un modo consciente, sino asumido como una parte más de su naturaleza. Por eso, en la lucha por cambiar la sociedad actual por otra que trate con igualdad a hombres y mujeres, uno de los principales obstáculos con los que nos encontramos es la propia reticencia de las mujeres a perder su relativamente cómodo estatus y la seguridad que ha conllevado (sí, relativa) el mismo. ¿Cómo va a ser eso de que los hombres se encarguen de la casa y de los niños y a la vez trabajen? ¡Que barbaridad! Traduciendo: ¿cómo les vamos a enseñar a ser autosuficientes y a arriesgarnos a perder nuestro puesto de trabajo habitual?, ¿cómo vamos a arriesgarnos a dejar de ser imprescindibles, teniendo en cuenta que ellos aún no nos permiten hacer otra cosa y que, además, cuando no les seamos necesarias para esos menesteres, nos darán la proverbial patada en el trasero? 
  
Y es muy normal que piensen así, puesto que han sido muchos siglos durante los cuales la mujer que salía de casa era automáticamente desprestigiada y desterrada de la llamada buena sociedad y, aparte de que las profesiones a las que podía acceder eran muy limitadas, tenía que renunciar a aspirar siquiera a casarse y tener una familia normal. 
  
Por otro lado, el hombre busca dos cosas en el trabajo que desempeña: prestigio y dinero. Ya hemos visto que el trabajo doméstico es todo menos prestigioso. El prestigio, en la mayor parte de los casos, y más en la sociedad de consumo, lo da el dinero. Médicos, abogados, ingenieros, etc., son valorados no ya por el trabajo que en si desempeñan, sino por lo bien remunerado que éste esté. En esta linea, si logramos que el trabajo doméstico sea un trabajo bien pagado, probablemente su condición de desprestigio cambie y empiece a considerarse como una profesión seria y, por tanto, para la que se exija una formación desde los primeros años escolares. Cuando el hombre observe como posibilidad laboral la limpieza, la educación de los niños, el habituallamiento y mantenimiento del entorno doméstico, probablemente estaremos en el buen camino para deshacernos de la carga sexista de servidumbre que éste conlleva. 
  
Cuando desde la escuela, al igual que se imparten las matemáticas, la lengua, el dibujo, etc., se empiece a enseñar como organizar la economía del hogar, como llevar una dieta equilibrada, completa y adecuada a cada edad, como cocinar, planchar, y así con todo lo que conlleva mantener satisfechas las necesidades de todos los miembros del entorno doméstico, podremos ir cambiando el resto de las actitudes sexistas que mantienen a la mujer en un segundo plano social respecto al hombre. Empezando por el uso del leguaje y terminando por todos esos otros detalles  a los que Enguita se refiere en su libro "La escuela a Examen". 
  
Así, desempeñando la escuela dicha labor educativa, la mujer podrá dedicarse a su profesión si así lo desea, y desarrollarla con plenitud tanto en el ámbito personal como en cuanto a rendimiento, competitividad y productividad, equiparándose, finalmente, al hombre. Y todo ésto sin que deban renunciar a proporcionar a sus hijos una buena formación en el campo de las actividades cotidianas más importantes.
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Esto lo escribí hace años, cuando estudiaba magisterio. Lo dejo aquí como prueba de que no pasé todo el tiempo en aquella librería de cómics. De verdad, mami.
 
Zirbêth


LAS PERSONAS QUE NO HE SIDO (III Y ÚLTIMO)

Cambio. He leído hace poco esa palabra en otros blogs, pero expresaba un deseo, más que un acontecimiento en sí. En ocasiones es así también para mí. Busco el cambio como un soplo de aire fresco, si se me permite el topicazo. Culillo de mal asiento, cómo diría mi madre, me impaciento por llevar demasiado tiempo (relativo) en un mismo trabajo, en una misma población, en un mismo orden de cosas. Otras veces es una huída, para que negarlo. Una huída infructuosa, pues la mayor parte de las veces de quien huyo es de mi misma. Como si cambiar de ciudad, de casa, de trabajo, me permitiese dejar atrás algún aspecto de mi propio ser que me disgusta, me aburre, me desespera o me asusta. No sé cómo será para los demás, pero para mí no hay miedo al que me cueste más enfrentarme que aquellos que nacen de mi interior. La amenaza interna, destructiva como un tsunami. El símil me lleva a la conclusión de que tal vez no todo lo que ese maremoto hace sea malo. Una ola que arrastra los desperdicios e inmundicias que la vida humana siempre deja a su paso.
 
Pero me estoy desviando de mi propósito, y esa es una huída que no quiero emprender. Tratemos de volver al punto en que equivoqué mis pasos. Volvamos a Inglaterra.
 
Cuando conseguí mi primer trabajo, tras mes y medio de llegar, fue en una cafetería. Las dueñas eran polacas, no te contrataban y el sueldo era bastante bajo. Los turnos eran de cinco, siete o diez horas, durante las cuales tenías que estar de pie y no había ningún descanso salvo, con suerte, el que permitiera que no entrase ningún cliente. No es que no me gustase el trabajo. Lo que no me gustaba eran las condiciones del trabajo. Lo que más molaba era que podías comer lo que te diera la gana y que era una cafetería exclusivamente para no fumadores. Seguí buscando trabajo y lo siguiente fue un hotel, limpieza. Busqué trabajo con mucho más interés y prisa. Era insoportable. Me pasaba el día sola y la jefa era racista perdida y no me soportaba. Por aquellas fechas fue cuando envié a todos mis contactos un correo electrónico rogándoles que jamás, bajo ninguna circunstancia, bebieran en los vasos de las habitaciones de los hoteles. El concepto de limpieza de los hoteles ingleses, y de muchos ingleses (lo siento por los ingleses que sí son limpios y lean esto) es nauseabundo. Cosas cómo usar las toallas sucias que los clientes dejaban a su paso para secar los vasos después de “lavarlos” sin jabón. O como hacen mis compañeros de piso, que dejan los platos sucios semanas, jamás limpian la bañera o el inodoro y que, cuando friegan los platos, sólo lo hacen por el lado en que pones comida, lo cual significa que, cuando los apilan, la porquería de las bases pasa a las caras y comen en esas condiciones. O aquello de no fregar los cacharros después de usarlos y coger la misma sartén una y otra vez, mezclando sabores y desperdicios y añadiendo tan suculenta mezcla a su dieta diaria.
 
Un mes más tarde, encontré trabajo en una tienda de deportes enorme. He pasado todo un año trabajando allí y al principio lo pasé en grande, porque el ambiente de trabajo era genial, la jefa era como una madre, dura pero muy comprensiva y afectuosa, poco a poco hubo más y más compañeros hispanohablantes con los quehacer migas, etc. Allí fue donde, con tranquilidad y sin presiones, aprendí la mayor parte del inglés que ahora sé (que tampoco es mucho). Pero a los seis o siete meses, en Navidad, la jefa se fue y el nuevo jefe resultó ser un desastre. Poco a poco, las situaciones de injusticia por la dejadez y mal hacer de este hombre se hicieron notar en el ambiente. Los más mayores de entre el personal de la tienda y que se toman el trabajo como lo que es, trabajo, vieron como los más jóvenes sólo se dedicaban a ligotear y no hacían nada y, claro, se sobrecargaban de trabajo. Curiosamente, los que trabajaban eran en su mayoría inmigrantes hispanos que sobrepasaban los veinticinco y, los que se tocaban las narices, ingleses entre dieciséis y veintidós años. Recientemente, por lo que me han contado, ese jefe ha sido sustituido por alguien mucho mejor y las aguas están volviendo a su cauce. Pero yo acabé hasta las narices hace cosa de cuatro meses y me fui en mayo. Lástima que el trabajo que escogí entre los cuatro que me ofrecieron en un margen de una semana fuera el equivocado. Todos los días se aprende algo.
 
También, la primera o segunda semana de estar aquí, puse un anuncio en un bar ofreciéndome como profesora de español. Como seis meses más tarde me respondieron. He llegado a tener tres alumnos a la vez, aunque ahora mismo sólo mantengo uno. He disfrutado un montón con las clases y me ha permitido conocer a dos ejemplos de ingleses encantadores.
 
Las últimas semanas he estado luchando contra esas partes de mí que tanto temo, pues lo acontecido en la tienda de ordenadores me ha dejado bastante hecha polvo. Pero harta, decidí (más o menos) que tenía que ponerme a buscar trabajo en “lo mío”, es decir de maestra. Entre los motivos por los que emprendí este precipitado viaje a Valinor, estaba el tratar de ejercer de maestra para lograr experiencia con la que volverme a este país de paro nuestro que es España. Aprender suficiente inglés como para considerarme bilingüe en la piel de toro, buscar experiencias profesionales que me abriesen puertas al volver y estar con el Calvo, no necesariamente en ese orden, fueron las principales razones por las que me vine. Mi inglés ha mejorado mucho, que duda cabe, aunque cuanto más sé, más sé que no sé apenas nada. He pasado muchísimo tiempo con el Calvo (podría decirse que he exprimido el tiempo), pero aún no he trabajado de maestra. Y estas últimas semanas he luchado contra mi misma, como decía más arriba, para conseguir un trabajo para el curso que viene. Todos los colegios que me han respondido han sido, excepto uno, colegios de secundaria. Y todos ellos sin excepción colegios para alumnos con necesidades especiales de aprendizaje y con problemas de comportamiento. Lamento mucho si alguien se siente defraudado al leer esto, pero no soy capaz de afrontar algo así. No sola, sin el solaz del Calvo al volver a casa por las tardes o mi madre y mis amigos cerca para compensar. Bastante difícil sería ese trabajo en España, hablando el mismo idioma. Ahora mismo, no creo que fuese capaz.
 
Es curioso, o a mí me parece curioso, cómo de todas las palabras que uso para definirme, sea maestra la que más utilizo a la hora de enfrentarme al mundo laboral, cuando precisamente creo que es la menos adecuada. Salvo las prácticas de magisterio y las clases privadas que haya podido dar a lo largo de mi vida, no he sido maestra nunca, salvo en un pedazo de papel muy delicado que guardo en un tubo de plástico negro.
 
Vale, no he llegado a ser directora de orquesta, no he llegado a cinturón negro de judo, ni a jefa de grupo scout, ni dueña de una cadena de pubs, ni socorrista jefa de un parque acuático, no soy maestra en un colegio ni historiadora licenciada, ni reportera ni traductora, ni camarera y jefa de tienda de deportes.
 
Pero estoy aquí sentada delante de mi teclado, contándote todas esas cosas que no he sido y, sin embargo, he sido. Porque soy capaz de reconocer un dos por cuatro en una melodía, puedo tirar al suelo y defenderme de posibles atacantes, soy capaz de organizarte cualquier actividad de campamento y me llevo estupendamente con los niños, soy capaz de servir bien una cerveza y podría llevar un bar o cafetería sin demasiado problema, si alguien necesita un masaje cardiorrespiratorio o un vendaje de emergencia poseo los conocimientos adecuados, o si te cansas nadando te podré devolver sano y salvo a la orilla, incluso aunque no quieras, puedo enseñar cualquier cosa que me proponga por mucho que me amedrente en un principio, puedo traducir del inglés (aunque no sea muy buena), corregir textos y escribir con cierta habilidad (cada vez menos, aprender inglés me está haciendo empeorar mi castellano, más por dejadez que otra cosa) y soy capaz perfectamente de hacer entrevistas a futbolistas sin tener ni el más mínimo interés o idea en la materia, soy capaz de hablar en inglés y ayudar a quien lo necesite en ese idioma, puedo enseñar mi propio idioma a otras personas, puedo…
 
Lo único que no puedo es acabar de decidir que es lo que quiero. Pero, mientras tanto, todas esas personas que no soy en el fondo, puedo serlas cuando quiero o cuando lo necesito. Porque dar tumbos por la vida tiene sus compensaciones, aunque no sean muchas.
 
Además, como habréis notado, hay muchas personas que sí soy: soy hija, soy aficionada a la historia ilusionada con algún día poder volver a ella en condiciones, soy, soy tolkiendili del smial de Númenor, soy lectora empedernida, soy estudiante de inglés a las bravas, soy viajera un tanto frustrada, soy usuaria de bicicleta, soy pacifista, soy pelirroja vocacional, soy conato de escritora de cuentos, soy madre potencial, soy buena cocinera cuando me pongo, soy jugadora de rol cuando me lo puedo permitir, soy amiga y amante, soy Éowyn Zirbêth con todo lo que eso implica, soy un ser impulsivo y soñador que arrastra un lastre de experiencias y deudas.
 
Quien acabaré siendo, eso no puedo aventurarlo.
 
Zirbêth

DILUVIO

Acaba de caer una tormenta de lluvia, rayos y truenos bastante tremebunda. Pero no ha sido la típica lluvia inglesa fina, no. Ha sido a la andaluza: esa lluvia de gotas como puños que más que caer se inscrustan y que arrastran la tierra con ella, propiciando con ello la desertización. Cómo si no hubiese bastante con los incendios veraniegos y promotores de nuevas y masivas urbanizaciones.
 
Pobre de los que haya pillado pedaleando.
 
Zirbêth

viernes, julio 16, 2004

NADA DEFINITIVO

No me acaba de convencer el nuevo título, pero me apesta menos que el anterior. Creo que este es un poco cursi (un poco, digo, que valor), pero cuando consiga llevar a cambio los cambios de estilo en el blog, tendrá algo de sentido.
 
Que día más soso, madre mía.
 
Zirbêth

RECORDATORIO

No untar las tostadas de mantequilla sobre el teclado...
 
Zirbêth

NO ME GUSTA EL NOMBRE DE MI BLOG

No me gusta nada. Me pasa amenudo que no soy capaz de encontrar tíitulos para los cuentos que escribo, o para los post. Pero esos tienen relativo fácil arreglo, porque puedes acudir a alguna palabra del propio post o si acaso a una frase corta. Pero, de verdad, cuando me paseo por la red, encuentro títulos de lo más sugestivos, u originales al menos. Pero no, el mío es horrible y poco pegadizo. Probablemente, yo no me leería un blog con este título.
 
Se me acaban de ocurrir un título o dos, pero maldita sea si tienen algo que ver con lo que escribo aquí, o si ese algo es medianamente original. Además, me da envidia el cambio de look del blog de Draufin. Me parece que me voy a dedicar a cambiarlo yo también para que, al menos, si el nuevo título no tiene que ver con los textos, lo tenga con el diseño del fondo.
 
Como dice el Calvo, quiero que me paguen por no hacer nada. O como decía un amigo lejano, "Yo voy a vivir de mis padres hasta que me puedan mantener mis hijos" (pobrecito, él que dejó los estudios para mantener a sus padres inválidos).
 
Zirbêth

FAHRENHEIT 9/11

Hoy el Calvo me ha invitado al cine y, aunque me cuesta bastante entender el inglés americano y a que, gracias a él, ya sabía mucho de lo que contaba, no puedo dejar de aconsejar a todo el que pueda gastarse unos eurillos que vaya a verla a la de ya. Especialmente a los incrédulos y a los desconectados de la realidad. Porque cuando he salido del cine me he imaginado el mundo occidental como un coche que, tras un accidente, se ha quedado con la mitad delantera en el aire y, bajo las ruedas, solo un enorme barranco. Vamos, que tengo la sensación de que el futuro está al filo del precipicio al que la estupidez de muchos  y la avaricia de unos pocos nos están llevando.
 
Zirbêth

SONIDOS GUSTOSOS

Me gusta mucho el sonido que hace la cadena de la bici cuando dejo de pedalear, tiqui tiqui tiqui...
Me encantan los sonidos repetitivos del clic del bolígrafo automático, o el correr de una cremallera arriba y abajo. Bruka me tiene prohibido acercarme a su mochila. Dice que soy una exterminadora de cremalleras.
Me gusta como suenan mis uñas unas contra otras, o tamborilear con ellas sobre la mesa.
Me gusta el sonido crujiente de la ropa al rozar por un movimiento acompasado. En las reuniones familiares ese roce se convierte en sinfonía, porque todos se dedican a balancear una pierna cuando la tienen cruzada sobre la otra.
Una vez casi me echan de clase por taconear repetitivamente en la tarima de la mesa del profesor con los pies. No era mala idea, es que me gusta mucho el sonido sobre la madera.
Me gusta el sonido del teclado al escribir, aunque no cuando tengo sueño y es otro el que teclea.
Me gusta el canto matinal de un pájaro que no reconozco, pero que canta en verano, siempre en verano, y que si no fuera porque es al amanecer, pensaría que es el ulular de un buho o lechuza. ¿Podría serlo? Suena algo así como uh uh uuuuh uh uh uuuuuh uh uh uuuuuuh (vais a tener que echarle imaginación, porque que yo sepa esto no admite archivos de sonido y, aunque lo hiciese, yo no tengo tal archivo).
Me gusta cierto sonido que sólo se escucha de manera interna y que brota de un movimiento acompasado que hago cuando estoy tumbada y me quiero dormir. Es un movimiento que mi madre me hacía de pequeña para eso mismo, dormirme, con la mano en el trasero y agitándomelo suavemente, como un balanceo.
 
Todos estos sonidos me resultan muy relajantes.

 
Zirbêth 


miércoles, julio 14, 2004

PALABRAS DE OTRAS VIDAS

Llevo varios días haciendo cosas que no debería hacer y no haciendo las que debería. Entre esas cosas que no debería hacer (sobre todo teniendo en cuenta mi estado de ánimo) está el leer otros blogs hasta agotarlos. Y al leerlos pienso "Esto que yo escribo es una mierda. No cuenta realmente quien soy, no es sincero...". Pero tampoco es eso. Este blog tenía un supuesto propósito, y no era el exponer mi interior a desconocidos. Escribo a conocidos, y eso significa estar sujeta a ciertas normas sociales. Porque no todos los conocidos están preparados para saber quienes somos, ni todos los ojos son algo más que conocidos. Es verdad que se puede amar a esos conocidos, pero en días como este a quien realmente amo es a la desconocida de la cual estoy leyendo tantas verdades confusas.

Siempre he pensado que es mucho más sencillo ser uno mismo, desnudo del todo, con perfectos desconocidos, aunque eso aleje aún más la supuesta meta de ser aceptado tal y como uno es. En el desorden de un viaje aleatorio, el asiento de al lado es misericordiosamente amigo. El silencio de esta habitación me abruma.

Zirbêth

martes, julio 13, 2004

MICRORRELATO

-¿Vas a hacer algo hoy?
-La verdad es...
Y mientras por el auricular ella le daba una excusa, se relajó en el sillón y saboreó el alivio como quien saborea un buen vino.


Zirbêth

SALTO

El otro día tuve un sueño que me hizo dar un salto y aparecer en el extremo opuesto de la cama acuclillada y balbuceando sonidos incomprensibles. No lleguó a despertarme, no conseguí más tarde recordar el sueño. Pero era terrorífico, eso puedo asegurarlo.

¡Qué rabia! A lo mejor hubiese resultado una buena historia para contaros.

Zirbêth

CAMBIO

Un escalofrío me recorrió el espinazo cuando, tras una breve pausa, bajó la mirada al suelo y dijo mi nombre. De sus labios mi nombre parece algo mucho más profundo. Sólo ha necesitado verme un par de veces para poder decirme lo que, he necesitado recordarme para evitar el pánico, ya sabía.

A veces, uno no quiere, no sabe o no puede ser sincero consigo mismo. Otras veces, simplemente no sirve más que para constatar la impotencia.

Decís que el cambio se huele en el aire o se siente en los huesos. A mí me duele en el corazón. No se pueden amar todos los cambios.

Zirbêth

lunes, julio 12, 2004

LAS PERSONAS QUE NO HE SIDO (II)

Las prácticas de Magisterio fueron uno de los pocos aspectos verdaderamente gratificantes de mi paso por la carrera de maestra. La verdad, hubo pocas asignaturas en las que disfrutase, pero debo decir que no siempre fue que las clases fueran tediosas o malos los profesores. Perdí bien pronto todo interés en los estudios. En cuanto se demostró que, como en el instituto, había que esforzarse por cosas que no me interesaban. Aun así, llegué a sacar buenas notas en algunas asignaturas y a disfrutar mucho de la compañía de algunos de mis profesores. Supongo que no me atraía mucho la carrera que escogí, mal escogida desde un principio, porque mi criterio fue precios, nota de corte y que fuese sólo de tres años, pese a lo cual me las apañé para que las últimas tres últimas asignaturas me llevaran más del triple de esa cantidad. Unido a mí poco interés estaba uno de esos tópicos del mundo actual: divorcio de mi madre y efectos colaterales. Además, le cogí verdadero odio a una asignatura o, debería decir, al profesor que la impartía. ¿Nunca habéis percibido la maldad y estupidez en un ser humano a las pocas horas de conocerle? Bueno, pues aparte de mis instintos, los hechos apoyaban mi “postura” (por darle un nombre).

Muchas de las horas en que debí haber estado en clase o estudiando, las pasé en los rincones llenos de polvo de una librería de cómics y ciencia ficción. A las tropecientas colecciones de superhéroes que seguía y compraba conforme conseguía dinero (y llegué a tener más de seiscientos cómics entre las colecciones y las series limitadas), podemos añadir todos los cómics para adultos, para niños, manga, libros de fantasía, juegos de rol, novelas históricas, etc., que me leí sentada en un rincón, sobre la mochila o el casco de la moto. También por esas fechas pasaba muchas horas en universos paralelos, de aventuras con otra panda de malos estudiantes (no por las notas, sino por los hábitos de asistencia a clase), ya fuese en fantasías medievales o futuristas, en pleno victoriano siglo XIX o en el presente, siempre escondidos entre las paredes del dormitorio de uno de nosotros o en las clases vacías de algún edificio universitario. Pero mejor no hablar de esas otras vidas, que me pongo nostálgica (Drunna, Claudia Daumas, Marina, Hula, Lorelein, Arlin de Vries, y tantas, tantas otras…)

El cuarto año de magisterio me matriculé en Historia. Tantas lecturas a horas inapropiadas se dejaron sentir irremediablemente. El primer año de Historia fue el más prolífico e intelectualmente feliz de mi existencia hasta ese momento. Me levantaba todos los días a las seis y media de la mañana para coger el autobús de las seis cincuenta. Llegaba a Granada a eso de las siete y poco (vivía en un pueblecito) y, ya fuese sola o en compañía de Olmo, me iba andando a la facultad, que estaba a una distancia respetable dentro de los cómputos de la ciudad de Granada. Solíamos llegar justo para la clase de las ocho y, entre clases, biblioteca y cafetería, raro era el día en que volvía a mi casa antes de las diez de la noche. Fue el año en que fume Marihuana y la planté. El año en que me enamoré por primera vez de algo que no fuese un ser humano. Sin embargo, el segundo año de carrera fue un desastre. No porque mi interés hubiese desaparecido o cambiado. Fue El Año de la Enfermedad. Aún me parece un milagro que consiguiese asistir a ciertas clases y aprobar las dos asignaturas que aprobé. Me costó todo el año recuperarme de aquello y, aun así, necesité irme de Granada para poder superarlo del todo. Si es que alguna vez llegué a superarlo de verdad…

Cuando me mudé a Madrid, la búsqueda de empleo y las frustraciones laborales se convirtieron en la rutina. Hasta entonces había estado viviendo con mi madre, así que no trabajar sólo significaba no poder hacer nada que requiriese dinero. Viviendo en Madrid, la cosa era bastante diferente. Conté con la ayuda de grandes amigos para salir adelante los primeros meses, por no decir años. Con algunos de ellos aún estoy en deuda, debo decir. No, no me he olvidado. En mi búsqueda de empleo sucedió una cosa que jamás me hubiese creído si alguien me hubiese sugerido que pudiese ocurrir. Puse un anuncio en el periódico ofreciéndome como correctora de textos… ¡y me respondieron! Estuve corrigiendo traducciones y llegué incluso a traducirlos yo alguna vez (que barbaridad, que valor le eché, y que morro) para un periódico que algunos conoceréis llamado La Farola. ¡Incluso me concedieron el privilegio y placer de hacer entrevistas a cantantes y futbolistas, y de hacer mis propios artículos sobre autores como Balzac! Disfruté mucho, muchísimo, de verdad. Una pena que la estabilidad del periódico y de mi puesto fuesen tan… no fuesen. Vamos.

Más tarde, a través de un amigo, conseguí un trabajo en una editorial. El puesto no era muy excitante, pero me daban libros de vez en cuando y conocí a dos personas que me encantaron, ambos respectivamente hombre y mujer, director y subdirectora (¿o era redactora?, no me acuerdo) de la revista que editaba la editorial. Muchos dirán que es el trabajo más serio, más “de verdad”, que he tenido nunca. Desgraciadamente lo perdí. ¿Desgraciadamente?

Los siguientes años han sido cada vez mejores. Traduciendo desde casa, disfrutando con un grupo de teatro, volviendo a las andadas roleras esta vez en vivo, conociendo a la gente de Númenor. Y dando un salto mortal y cambiándolo todo, de nuevo, al irme a otro país. Muchos dirán que se me escapó el corazón y no me quedó más remedio que salir corriendo tras él. Entre esas personas, estoy yo, por supuesto.

(Continuará)

Zirbêth

COMETAS

Ayer fuimos a una exhibición de cometas cerca de la Universidad. Aunque era un poco cuesta arriba el viento, por una vez, era a favor, así que llegamos sin problemas. Nos dimos una vuelta por los puestos de cometas antes de irnos a ver las exhibiciones de los profesionales. Por supuesto, cuando aún no habíamos terminado estalló una tormenta, no muy larga, afortunadamente, aunque mucha gente se fue y las cometas abandonaron los cielos. Cuando dejó de llover, nos fuimos a la arena. El viento, que había estado soplando impenitentemente durante un mes largo, decidió tomarse un respiro. Sabes que son realmente buenos cuando, sin viento, consiguen hacerlas volar. De vuelta a casa, el viento volvía a soplar con su acostumbrada intensidad.

Menos mal que me dejaron sostener los buhos.

Zirbêth

domingo, julio 11, 2004

¿DEMASIADAS PALABRAS?

El Calvo me dijo ayer que los autores de los blogs suelen escribir mensajes cortos, de tal manera que cuando vas a leerlos, aunque haya cientos de mensajes, como son cortos te los lees todos. Me vino a decir que los mensajes largos desalientan al internauta medio.

Pocas palabras y concisas. Es mi privilegio y mi maldición escribir largos mensajes y cuentos cortos con muchas palabras. Que los lea quien quiera.

Palabras y palabras. Son el privilegio del ser humano. No dejaré que estos tiempos de prisas acorten lo que quiero decir. Disfruto mucho más con las pelis orientales, donde el tiempo transcurre pausado e intenso.

Zirbêth

LA BODA

Ayer se casaba una amiga de y en Brighton. Me levanté por la mañana y descubrí que mi compañera de piso había enviado mi adaptador de corriente a un universo paralelo y caótico y no pude ni depilarme las piernas ni secarme el pelo. Traté de localizarla en su móvil, en casa de la novia y en casa de otra amiga, así como en todos los móviles de que disponía. Nadie respondió al teléfono. Se me quitaron un poco las ganas de ir a la boda. Pero como hacía buen día (según los estándares de este país), me fui en bici a ver si encontraba algo que ponerme para la boda. Hacía el consabido viento en contra y por el camino me sucedieron dos cosas. La primera es que, al pasar junto al videoclub, tuve una visión de las dos películas que tenía que devolver tiradas encima de la cama. Maldije mi despiste y asumí que debería volver más tarde. La segunda es que, según me acercaba a la línea de playa, decidí acercarme a donde la novia suele poner su puesto de collares, anillos, bolsos y demás encantadores artículos de manufactura peruana. Como era de esperar, no estaba, así que me dirigí a su casa. Nadie respondió al portero automático, así que me fui a casa de mi tercera amiga. Tampoco nadie contestó. Así que dejé la bici aparcada y me metí en las tiendas baratas de rutina, a ver si encontraba algo no muy caro que comprarme. En menos de media hora había terminado, si es que a decidir que no había nada de precio siquiera razonable se le puede llamar terminar.

Me fui a por la bici y me acerqué, esta vez con el viento a favor pero algún tipo de festividad peatonal en contra, a una de mis tiendas favoritas de Brighton. No, no tengo ni idea de cómo se llama, pero venden cosas de la India. Estuve mirando esa ropa llena de colores brillantes, abalorios e hilos dorados, preguntándome una vez más porque a mí, que visto siempre que puedo de colores pasteles y prendas de un solo tono, me atrae tan poderosamente este arco iris foráneo. Los precios eran prohibitivos, cosa del verano (je), pero aún así me acabé probando un traje oriental. Decididamente, no están hechos para mi complexión norte-europea (abuelos “alemano-alpujarreños”): las caderas del vestido quedaban en mi cintura, y eso que de largo me estaba bien. Casi no me cabían los brazos. Me miré al espejo y me dije, una vez más, “He engordado”.

Al salir de la tienda el clima había vuelto a su verdadero ser (nubes, lluvia y frío), así que cogí la bici y, tras atravesar lentamente las calles atestadas de mesas de bar y gente celebrando la llegada del verano, pasé victoriosa junto a la tienda de cómics y me fui a hacer la compra. Conseguí gastar sólo diez libras y me fui a casa cargada como un burro. Antes de que la cosa fuera a peor y mi vagancia a mayor, agarré las pelis y me fui, otra vez contraviento, al videoclub. Un cartel de “Back in 5 minutes” me sonrió desde la puerta, y me armé de paciencia a esperar. Diez minutos más tarde decidí que me largaba, porque volvía a llover y el viento me estaba helando el sudor en la piel. Llegué helada a casa, encendí el ordenador mientras dejaba de sudar y, tras comprobar una vez más que no tenía correo, fregué los platos, los míos y los de cierto compañero de piso que es un guarrete y los deja allí durante días y semanas (no queréis saber como está la bandeja del horno…), me hice una macroensalada y me metí en la ducha.

El agua caliente se llevó el frío y las pocas ganas de ir a la boda que me pudieran quedar. Seca y metida en un pijama calentito, me senté al ordenador mientras engullía una ensalada que se me estaría repitiendo hasta la mañana siguiente, aunque eso aún no lo sabía. Miré al reloj. Aún quedaban dos horas para la boda. Pensé en volver a llamar a todas mis amigas para ver si me animaba a ir o si me disculpaba, pero en mi cerebro una idea iba tomando forma. O, para ser más exacto, iba precipitando una idea. Una idea que debía haberse estado paseando en la bici conmigo por las grises calles de Brighton. Una idea y un deseo.

Una amiga me sorprendió por internet cuando ya había empezado a escribir, pero no resultó ninguna interrupción, sino más bien una ayuda catalizadora. La idea está ahora a medias en este blog, a medias en mi cabeza. El deseo está tomando forma en las páginas de una libreta y pronto, con toda la relatividad que esa palabra implica, podréis leerlo.

Por supuesto, la boda tuvo lugar sin mi asistencia. Hubiese estado totalmente fuera de lugar y sé, por experiencia, que las servilletas no son muy buen receptor de la palabra escrita.

Zirbêth

sábado, julio 10, 2004

LAS PERSONAS QUE NO HE SIDO (I)

Cuando tenía seis años, creo, mi madre me metió en un conservatorio. Mientras el curso iba avanzando y mi aprendizaje progresaba a muy buen ritmo, mi madre, sorprendida por mis buenas notas y los comentarios de mis profesores, empezó a ilusionarse y a ilusionarme con la idea de tratar de ser directora de orquesta. Por aquel entonces no había ninguna mujer en España que lo fuese y mi madre soñaba con su hija, ya mayor, convertida en pionera de la profesión. Cuando terminé ese primer curso, con la mejor nota de la clase y siendo la más pequeña (todos los demás tenían de ocho años para arriba), nos mudamos a El Puerto de Santa María. Y ese fue el fin de mis estudios de solfeo.

Al cabo de un tiempo, a la urbanización perdida en medio de ninguna parte en la que vivía, llegó un profesor de Judo. Debía tener entonces once años. Un año y medio más tarde, ya era cinturón naranja y mi profesor me preguntó que si quería pasarme a la clase de los mayores. Yo había dado un estirón en altura bastante significativo y creo que mis extremadamente largos brazos y pies y mi poca capacidad para controlarlos suponían una amenaza para los otros niños, que seguían teniendo una altura y coordinación motora aceptables. Un par de meses más tarde, hice el examen de verde y, aunque siempre me dieron mucho miedo los combates, mi técnica y dedicación hacían que mi profesor me mirase con respeto y cariño. Fue la única época de mi vida en que fui capaz de hacer flexiones de brazos colgada en una barra y en el suelo. Al mes de haberme sacado el verde, destinaron a mi profesor a otra provincia y se acabaron las clases de Judo.

Unos años más tarde, nos volvimos a mudar. Esta vez, en plena edad del pavo y siendo bastante tímida e insegura, mi madre me puso en contacto con la hija de una compañera de trabajo que estaba en un Grupo Scout. Gente genial con ganas de hacer cosas creativas y fuera de lo común, me sentí profundamente feliz. Y como todo era gracias al trabajo de los monitores voluntarios y de la ayuda de los padres, el ambiente era estupendo y ser parte de ello era como ser parte de una enorme familia. En seguida empecé a admirar a los monitores y a abrigar la esperanza de ser uno de ellos. Es más, cuando, otra vez, me mudé a una nueva ciudad, busqué en ella un grupo scout en el que meterme. Pese a una primera decepción, encontré un grupo, algo más tarde, en la que buscaban monitores y me metí de lleno en ello. Era la única monitora chica y resultaba duro, pero el esfuerzo estaba plenamente recompensado. Cuando entré apenas había siete niños, pero en unos meses ya casi teníamos veinticinco. Se acercaba el primer campamento de verano cuando, una noche tras una reunión de trabajo, tres nos fuimos a bailar y tomar algo en el recinto ferial. Una vez allí nos encontramos a varios conocidos y nos quedamos con ellos. Yo no bebía mucho y, en cualquier caso, no tenía un duro. Así que, cansada por la hora y viendo que mis compañeros se querían quedar, decidí volverme andando. Uno de ellos se ofreció a acompañarme cuando, tras muchos intentos, no lograron hacerme cambiar de opinión y esperar a que todos se fueran en coche y me llevasen. A las siete de la mañana sonó el teléfono: al volver de la feria en el coche, habían tenido un accidente y nuestro compañero había muerto (el otro chico estaba hecho polvo, pero vivo). En las siguientes semanas, con todo el dolor de nuestros corazones, seguimos con los preparativos del campamento de verano y con el propio campamento. En una reunión tras el campamento, una de las niñas vino llorando y me abrazó. Estaba inconsolable y me costó mucho sacarle lo que le ocurría. Por casualidad, había escuchado una conversación de los otros monitores: decían que si yo me hubiese quedado en la feria, aquel chico no habría muerto. La niña me miró y llorando, me dijo: “A lo mejor, si te hubieses quedado, os habríais matado los tres”. Fue mi penúltima reunión.

Algo más tarde, y en la misma ciudad, comencé a tratar de trabajar como modelo. Mi madre había sido modelo de pasarela cuando joven y yo siempre había querido ser tan hermosa y elegante como ella. Pero aunque participé en varios desfiles y se ganaba un dinerito muy rico, pronto llegué a la conclusión de que lo mío no era “estar ideal”.

Por la misma época, conseguí uno de mis primeros trabajos. Era camarera en un pub y mi jefe estaba encantado conmigo. Me pidió que fuese encargada de noche. Debía tener unos 19 años y fue la época de mi vida en que más salí de noche y más bebí. Me cansé pronto de los intentos de los compañeros de llevarme a la cama, de que me mirasen mal por hablarle al jefe como a una persona normal y no como a Dios o al Diablo, de que los clientes fuesen unos roñosos que rara vez dejaban propina.

Dejé el pub justo cuando empecé el curso de socorrismo. Durante años trabajé en verano de socorrista y cada año empezaba entusiasmada y terminaba aburrida como una ostra. En un momento determinado, me salió la oportunidad de dedicarme a ello de manera profesional, junto con clases de natación. Más o menos entonces mi piel decidió que había tenido sol suficiente y de sobra y se negó a pasar más de cinco minutos bajo su luz sin irritarse y llenarse de burbujitas.

(Continuará)

Zirbêth

viernes, julio 02, 2004

REVANCHAS TE DA LA VIDA

Entro el otro día en una tienda de ordenadores que hay cerca de casa (una tienda de esas de gente supermaja que sin pedirte que pagues un megaseguro cuando les compras un ordenador, te ayudan con el hardware, el software, te lo arreglan rapidito, te lo instalan si es necesario, en fin, un buen servicio) y me pongo a hablar con un chico sobre Linux y demás, cuando me fijo en que su mirada se desvía constantemente hacia un lado, así que me giro y veo, para mi sorpresa, al mismo tipo que ha estado robando en la tienda de ordenadores en la que yo trabajaba.

-Hombre, hola, ¿cómo estás? ¿Sabes que por tu culpa me han despedido del trabajo?

El tipo se hace el loco, mientras el dependiente de la tienda saca de la bolsa las tres cajas de diferentes productos que se había agenciado sin pagar, y me dice:

-¿Te han despedido?- a lo cual añade inmediatamente, pero demasiado tarde porque ya se le ha notado que me había reconocido perfectamente -¿De dónde? ¿Por qué?
-De la tienda de ordenadores en la que has estado robando durante semanas; porque decían que la que robaba era yo.
-¿Ah sí?
-Sí, muchas gracias. Vete y no vuelvas más por aquí.

El dependiente, mirándome alucinado, me da las gracias por detener al tipo que le estaba robando la friolera de dos procesadores y un programa de copia de DVD. Le dije que, si quería, podía contar conmigo para testificar contra él si decidía denunciarlo.

A veces, la vida te compensa por los malos ratos que te da.

Zirbêth