domingo, abril 29, 2007

OLOR

Ha pasado una semana, pero tu olor aún impregna mis recuerdos.

Zirbêth.

sábado, abril 28, 2007

LEONES DE MONTAÑA

Las madrugadas son territorio felino. Por eso, no es de extrañar que, en medio de un bosque, a las cinco de la mañana, el encuentro entre dos grandes leones de montaña resultase tan espectacular.

No tenemos muchos datos. No sabemos si se batieron por una presa o fue una cuestión de territorio. Sólo se sabe que llegaron separados, se estudiaron durante interminables minutos, mirándose de lejos y enseñando sus temibles colmillos. Los demás animales del bosque contemplaron el combate con revencial respeto. Ninguno se atrevió a respirar siquiera.

En un momento estaban inmóviles, y al instante siguiente rodaban uno sobre otro, confundidos sus cuerpos en la oscuridad, los rugidos y zarpazos rompiendo el silencio de la noche. Se separaron y volvieron a saltar uno sobre el otro, ninguno parecía dispuesto a doblar la cerviz. Sin embargo, el combate no duró mucho. Tan rápido como empezó, finalizo, y ambas fieras desaparecieron juntas en la noche, una en pos de la otra. Atrás sólo dejaron la tierra removida y surcos en el suelo allá donde sus fuertes patas se habían sujetado con las garras.

Alguien creyó ver un ligero rastro de sangre. Alguien afirmó que el animal más pequeño fue el que sangró. Y alguien dijo que fue al saltar esa primera sangre cuando el animal más grande detuvo su ataque. Hay quien dice que los vieron horas más tarde, caminando juntos en la madrugada.

Los grandes felinos cazan siempre en la noche. Especialmente cuando no piensan devorar la presa.

Zirbêth, leona de montaña.

UN OTOÑO TARDÍO

El pasado 2006 no tuvo otoño. No para mí. El tiempo pasó del verano al invierno, así, directamente, robándome mi estación preferida, expansiva, golfa. Mi amado otoño. Es la estación en que me libero del agobiante calor estival que me deja atontada y completamente apática, y renazco a la actividad. Adoro esos primeros frescos y lluvias que invitan sugerentemente a cubrirse el aún moreno (morenísimo) cuerpo; recuperar el placer de dormir de un tirón toda la noche, sin levantarse empapado en sudor y sin aliento, desesperado en busca de algo para refrescarse; de necesitar taparse por las noches y que, de dormir alguien a tu lado, puedas abrazarte a él y retozar sin deshidratarte. Del verano, lo confieso, me gusta el que se adelgaza más fácilmente y que hay que ir menos cargado de ropa.

Así que, como decía, el 2006 no ha tenido otoño. Pero el 2007 parece que está regalándome una primavera otoñal. Lluvia, mucha lluvia, mezclada con cambios de temperatura y toda esa energía que inunda cada poro de mi piel y cada recoveco de mi cuerpo, y me hace salir de la pasividad y esa especie de estado de aletargamiento que suelo relacionar con el verano pero que, en esta ocasión, ha tenido que ver más bien con un invierno del alma. Un otoño tardío, porque espero que esto no signifique que me quedo sin el otoño del 2007, que lo necesito, jo.

Otoño. Mi estación preferida, expansiva y golfa.

Zirbêth.

lunes, abril 23, 2007

MUNDOS PARALELOS, MUNDOS MEJORES

Estoy en éxtasis. Tal vez mi cuerpo haya vuelto de Efeyl 2007, pero mi mente sigue allí.

Es muy difícil describir estas sensaciones. Imaginad el mejor polvo que hayáis echado jamás, la situación más emocionante de vuestra vida, la efervescencia de un enamoramiento súbito y pasional, y os podréis hacer una idea. Y todo esto sin los riesgos del amor. Un rol en vivo como ha sido este es un auténtico salir del mundo real para disfrutar de la fantasía, las emociones de las aventuras que solemos ver en el cine o leer en los libros, la adrenalina corriendo por las venas más rápida y caliente que la sangre, el miedo y la alegría destilados en un elixir embriagador.

El viernes no me sentía con ánimos de ir. Sentía un peso encima y me daba miedo ir y agobiarme, y pasarlo mal. Pero me armé de valor y fui. ¡Y qué acierto! Fue llegar y mis demonios desaparecieron. Reencontrar a amigos, montar el templo, conocer gente nueva, la cena alborotada, la noche de bardos, la primera fiesta en La Compañía de los Sueños con risas y canciones, la segunda en el aparcamiento, con música, frikadas, alcohol y la lucha contra un león de montaña...

No dormir en toda la primera noche, escandalizar a toda una cabaña, vestirse con la indumentaria de Amae Dabra, no poder maquillarse por las heridas de la batalla de la noche anterior; descubrir que estaba maldita, mi esencia vital unida a la de otro personaje, dependiendo el uno del otro todo el tiempo; estar siendo consumida por el deseo del fuego, la necesidad de quemar todo a mi paso, de ser una con el fuego, y luchar contra ello por amor y lealtad; correr de un lado a otro en busca de las preciosas plantas que podrían romper la maldición; dejarlo todo al descubrir que el mundo podía ser destruído; tratar de proteger contra viento y marea a la guardiana, evitar que el artífice contribuyese a la destrucción del mundo, despistar a los traidores, correr de un lado a otro buscando información y aliados...

Temer por la vida de mi señor Augur, negociar con los imperiales, decidir participar el el gran ritual dirigido por el gran hechicero imperial; despertar al terror de la oscuridad y los demonios, atravesar las impenetrables sombras desatadas por el abismo infernal hasta lograr alcanzar nuestro campamento; detener una conjura contra el general Aristan con la ayuda de Varestis el hechicero, enredando en hechizos a los asesinos contratados; defender nuestro campamento de los demonios, salvaguardar a los civiles en las catacumbas y túneles; dar órdenes a diestro y siniestro, desde a mi aprendiz hasta al propio general...

Disfrutar de una tremenda juerga en la jaima de la Compañía de los Sueños, despertar en la taberna tras una borrachera de las que hacen época, correr a vestirme para la partida, no desayunar; reunirme con mi media esencia vital y mi compañero mago, empezar los preparativos del gran ritual para cerrar la gruta del abismo; pasar un terror tremendo al ser envenenado mi señor el Augur y salvado en el último momento, luchando por su vida en mi regazo; gritar durante minutos y minutos las invocaciones del gran ritual, mientras nuestros valientes guerreros se batían con los innumerables demonios que escapaban por la grieta del abismo; realizar aún dos rituales más para ayudar a seres y personas a quien jamás sospeché que ayudaría, y aún me cuestiono si debería haberlo hecho.

Salvar el mundo, y salvarme a mí misma, pues de haber muerto el Augur, yo ahora no sería Amae Dabra, hechicera de Kalendor, sino una criatura muy diferente... y peligrosa.

Las despedidas, las ojeras, la necesidad imperiosa de dormir que me tumbó en segundos en el coche de vuelta a Madrid, la excitación en que uno se queda tras vivir tanta magia y fantasía, las pilas recargadas, las agujetas, los moratones y las heridas. Y, sobre todo, la morriñña por seguir estando allí, donde la vida es salvar el mundo, los hechizos, la amistad, la lealtad, la lucha por la supervivencia y miles de sensaciones que son imposibles de entender si no se viven de primera mano.

Zirbêth, aka Amae Dabra, hechicera de Kalendor.

miércoles, abril 18, 2007

TAPÓN

Hace unos años (sí, años, qué fuerte), escirbí un post, cuyo título no recuerdo (aunque bien podría ser este mismo), sobre cómo había perdido el tapón de mi bañera y que toda mi vida se estaba yendo por el sumidero.

Lo que entonces no noté fue que en el agua había flotando algo más que burbujas de jabón. Había toda esa porquería que queda cuando te das un prolongado baño y, además, debía haber algún objeto que pasó durante ese tiempo por juguete, pero que al vaciarse la bañera se convirtió en masa obstructora del conducto del sumidero.

En resumen: hay un enorme tapón de mierda del que no consigo deshacerme y que, encima, cuando relleno eventualmente la bañera, hace que se atasque aún más. En ocasiones, hace que me sienta con el agua (sucia) al cuello.

Estoy cansada de nadar.

Zirbêth.

lunes, abril 16, 2007

AMOR VERDADERO

Ayer estuve en la boda más feliz a que he asistido jamás. Los novios, Ranandil y Alda, Rafa y Marijose, son las dos personas que conozco que se quieren de un modo más evidente y cálido. Todo el mundo soreía en la boda: padres, familiares, amigos. Los curas no dejaron de enseñar sus sonrisas en todo el oficio, que hicieron juntos, uno en voz alta, el otro sólo en silencio. Las promesas de los novios, tan sinceras, tan sentidas, tan dulces y enternecedoras. Todo fue perfecto. Y no es de extrañar, porque ese amor, el que sienten el uno por el otro, es VERDADERO AMOR. Y en presencia del verdadero amor todo mejora, todo brilla, todo es hermoso. Les deseo toda la felicidad del mundo, la del universo, y si alguna vez encuentro a alguien que me quiera la mitad que ellos se quieren entre sí, y a quien yo quiera en esa misma medida, me daré por satisfecha y sabré que, por fin, me ha llegado a mí el momento de ser feliz.

Felicidades, Ranandil Y Alda, felicidades para siempre. Os quiero mucho.

Éowyn Zirbêth.

miércoles, abril 11, 2007

FAMILIA

Hoy he conocido, por casualidad, a mi sobrino Lucas. Mi primo Alberto y su mujer, padres de la criatura, han ido a la oficina en que trabaja mi madre de la Seguridad Social. Tenían que resolver papeleos burocráticos y ha resultado que esa es la oficina que les corresponde. Una enorme sorpresa.

Hacía años y años que no le veía. De hecho, no conocía a su mujer. Casi no veo a mi familia. Una familia enorme, porque mi madre son diez hermanos, y primos somos casi treinta. Mientras vivió mi abuelo, cuando eramos niños los nietos, la familia era fuente segura de diversión. Los veranos con los primos eran geniales siempre, jugando y jugando interminables horas de aventuras y trastadas. Las dos casas del abuelo eran tesoros para los niños. Sobre todo la de Los Ogijares, con sus dos plantas y veintiuna habitaciones, del siglo XVII, restaurada por mi abuelo poco a poco, con jardines, piscina, un huerto, y miles de recovecos donde esconderse, llenos de trastos y tesoros. No os podéis iamginar lo que eran las navidades, pese al frío de mil demonios, todos en el salón calentándonos en la chimenea un rato, y luego corriendo por toda la casa, riendo, gritando, haciendo maldades de todo tipo.

Pero el abuelo murió y empezaron los problemas, y las distancias de kilómetros de antes se fueron convirtiendo en insalvables abismos emocionales. Lo que antes era una piña, o eso nos parecía a nosotros los nietos, se fue descubriendo como una fuente de tristezas, desencuentros, rupturas. Cuando estás creciendo, eso te rompe poco a poco el corazón. No hay manera de entender que ese amor tan importante se vaya disolviendo poco a poco. La tristeza y el miedo al dolor sustituyen progresivamente a la alegría y la esperanza de los encuentros. Y te vas enfriando, creando una cáscara de protección. Prefieres no ver a la familia antes que sufrir por ella.

Y, de repente, la casualidad hace que te los encuentres. Te sientas a hablar temeroso, pero a la vez tan ansioso por recuperar ese cariño y complicidad del pasado... Descubres, poco a poco, que ellos sienten lo mismo que tú, que han tomado las mismas resoluciones de distanciarse y romper con la familia, cansado de los malos rollos, de los desplantes, de los sentimientos de culpa y la tristeza enorme de la pérdida. Y no puedes sentir más que comprensión. ¿Cómo culparles por su resolución de abandonar la familia, si tú has hecho exactamente lo mismo? Estás entre la espada del dolor y la pared de la nostalgia. Y es muy duro.

No sé él, pero yo me he emocionado mucho. Sigue siendo tan guapo como siempre, tan dulce su sonrisa, un hombre estupendo. Y su bebé... Me he derretido. No es de los primos con los que más me relacionase de pequeña, porque vivíamos muy lejos, pero le quería igual.

Echo de menos aquella familia que fuimos. Echo de menos tener una familia de verdad, y al verle a él felizmente casado y ya con un niño, se me revuelve algo en el interior que me deja inquieta, sedienta de amor y afecto. Espero algún día tener yo mi propia familia, y no cometer los errores que la mía cometió: tenerles a todos siempre cerca, si no físicamente, sí en el corazón. Pero a la vez me da tanto miedo...

Quiero una vida de verdad.

Zirbêth.

martes, abril 10, 2007

RECUERDOS INFANTILES

- La lucha por seguir durmiendo contra la luz de la mañana entrando entre las rendijas de la persiana.
- El no encontrar la manga del babi del colegio y girar y girar para encontrarla, como un perro que persigue su cola.
- La nave espacial del patio del colegio: un columpio enorme esférico donde trepar, con una barra para deslizarse.
- Los tejados oscuros de aquella casa, por los que saltábamos y jugábamos a ser ladrones.
- El enorme parque con jardines del colegio, donde sólo nos dejaban entrar en ocasiones especiales.
- Correr con mis amigos simulando ser animales, golpeándonos las piernas para conseguir el ruido de sus pisadas.
- Las peleas con los niños de los militares, nosotros que éramos los civiles, en la enorme explanada de Santo Domingo, convencidos de que las manchas de hollín del suelo eran el vestigio del fuego que quemó a nuestro santo.
- Aprender a montar en bicicleta en la plaza de la catedral, cogiendo carrerilla con los pies para luego seguir con los pedales.
- Descubrir el tacto frío y húmedo de la arcilla, su plasticidad entre los dedos, y la cara de mi madre cuando volvía toda manchada.
- Trepar por las ruinas del convento a medio demoler, junto a casa, haciéndonos grutas de tesoros con un tarro de botones que encontramos, dentro de una habitación que más parecía una cueva.
- Dar vueltas y vueltas con mi vestido de florecitas, para disfrutar de su vuelo y sentirme una princesa.
- Las tardes a oscuras en casa de Oscar, jugando con el Cinexin y comiendo chucherías.
- Los minutos interminables para elegir en que gastar cinco pesetas en la tienda de Carmela.
- Las batallas con los caquis en el huerto del abuelo.
- Las carreras a arrastraculos por las escaleras.
- Las cabañas entre la maleza, hechas con ladrillos y maderas expoliadas a las obras del barrio.
- Jugar a V o a los monstruos, con todos los niños pequeños haciendo de lagartos o monstruos, y los de mi edad y mayores de protagonistas.
- Las aventuras en los charcos y el barro, que siempre acabábamos cayéndonos y poniéndonos pringando.
- Los huevos rellenos con croquetas del comedor del colegio, y el dulce de membrillo que escatimábamos de la cocina y escondíamos en el fondo del abrigo, al que rompíamos los bolsillos para que no nos los pillaran.
- Mi árbol preferido, al que me subía a leer y a observar a la gente. Tenía la forma justo de mi espalda.
- Construir con piedras y arena en la playa las cabinas de camiones, aviones, naves espaciales.
- Desafiar al mar para que enviara buenas horas para revolcarnos.
- Someter a los chiquis de Gisval estropeados a todo tipo de tropelías con petardos.
- Hacer potingues con todos los productos cosméticos de la casa, para conseguir insecticidas con los que matar hormigas.
- Buscar de rodillas, incansablemente, conchas y cristalinas.
- Las columnas salomónicas del interior de la catedral de Gerona.
- Jugar a las brujas y los magos en la plazoleta de delante del asilo, con sus escalinatas, los árboles, la enorme fuente y las plantas trepadoras.
- Las batallas contra el levante a golpe de pedal para tratar de ir de un lado a otro en el ventoso Puerto de Santa María.
- Las excursiones a las rocas con el abuelo, a buscar cangrejos, que volvíamos siempre muertos de hambre.
- Las maquetas de arena y planturrias encima de la mesa del jardín, para los cochecitos.
- Los gritos de entusiasmo y frío cuando nos bañábamos en la alberca de la casa de Los Ogíjares.
- Explorar el despacho del abuelo cuando no estaba, en busca de tesoros o secretos.
- Tratar de pillar a nuestro tío J., de adolescente, cuando se cuidaba con yodo los granos de todo el cuerpo.
- Las batallas a piñazos desde la balconada del patio interior entre bandas rivales de primos.
- La cabaña de los cuatro felinos: leopardo, león, tigresa y pantera.
- Comer higos directamente del árbol, gritándole a los gusanos que pensabamos engullirlos.
- Las tardes en el pinar de El Puerto, siguiendo a los escarabajos peloteros para ver como iban haciendo su bola.
- Capturar medusas entre saltos y gritos de excitación y miedo.
- Inventar mil sistemas para capturar las monedas que sabíamos se caían a veces entre el muro del paseo y el puesto de helados, sin que nos pillara el quiosquero.
- Observar hechizada como Amanda tejía sus tapices, deseando que me dejase intentarlo, pues tenía un telar antiguo enorme y cientos de cuerdas y lanas de colores.
- Las aceitunas rellenas de anchoas y el sorbito de sidra del abuelo en Navidad.

Y muchos, muchos más...

Zirbêth.
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300

Por fin, he leído una crítica de esta película que refleja lo que yo pensé al verla, pero no era capaz de materializar en palabras (bueno, también me daba pereza el esfuerzo de dedicarme a comprobar datos históricos para hacerlo bien, todo sea dicho). La ha escrito Junjan, en su La opinión alternativa. Os la copio a continuación.

Racismo idealizado

Tras ver 300 no puedo resistirme a escribir una crítica. Creo que hay dos maneras de ver la película. La primera sería con un espíritu “sesión de tarde” y electroencefalograma plano, bolsa de kikos o de chufas y un espíritu violento. En ese caso, 300, nos ofrece un espectáculo oscuro y colorido de sangre, sudor, músculo, miles de cadáveres y efectos especiales de primera clase. Punto, no hay un átomo de inteligencia en todo el metraje.

Si tienes la capacidad, como yo, de desconectar el cerebro cual Johny Mnemonic mientras tus tripas se dedican a digerir los kikos, y pasar “a posteriori” al análisis, podrás verla sin pestañear y hasta pasar el rato. Pero como tengas la desgracia de ir analizando la película desde el inicio, “lo vas a flipar”. Homofobia y racismo nada disimulados y una simplicidad casi inhumana inundan toda la película desde el principio hasta el fin. Si el comic y la película hablaran de elfos y trolls, ya sería difícil de tragar, pero hablando de seres humanos que han existido y cuya historia se intenta adaptar, la cosa llega al extremo.

Para empezar todos los buenos son blanquísimos héroes con masculinas inclinaciones, y los malos son oscuros cobardes deformes, gordos, depravados y con pinta de homosexuales. Los héroes espartanos son soldados profesionales que solo buscan la gloria y el honor, los traidores son violadores que se dedican a la política o jorobados deformes que se dejan seducir por el lado “oscuro”. La inexactitud histórica se la trae el pairo. La educación espartana o agoge se resume en el entrenamiento de la lucha desde la infancia, y la prueba final luchando con lobos. Se olvida que los reyes estaban exentos de tal educación y que su prueba final o krypteia, no era contra lobos, sino contra hilotas esclavos a los que tenían que matar y robar. Se omite que gracias a su tiránica sociedad soportada por miles de esclavos, los espartanos podían dedicarse a ser guerreros profesionales. Se pone en boca del rey Leónidas que los atenienses eran “filósofos amantes de niños”, y se olvida interesadamente que los espartanos tenían institucionalizada la pederastia y que por ello eran conocidos en Atenas, donde el verbo “espartanizar” significada literalmente sodomizar. Y suma y sigue.

300 espartanos valientes, luchadores por la libertad (que en realidad eran unos tiranos esclavistas y fueron ayudados por unos 7000 griegos de diversas regiones), luchan contra un millón de oscuros y deformes persas liderados por un gigante “freak-drag-queen” (que eran unos esclavistas tan buenos como los espartanos y se estima que fueron unos 200.000 liderados por un rey al uso, a saber, un tipo barbudo y de estatura media).

Lo que unos ven como un buen ejemplo de lo que es el choque de civilizaciones entre occidente (libertad y honor) y oriente (tiranía y depravación), yo lo veo como una simplista y boba fábula neonazi al estilo “biblia para niños” donde se nos quiere hacer ver la guerra de EEUU contra el terror.

Que la estética no nos ciegue, ni tampoco el pretendido barniz de ficción. El cine es arma poderosa de comunicación. Y de manipulación.

Zirbêth.

domingo, abril 08, 2007

ROL

Creo que lo que más atractivo tiene para mí lo de las partidas de rol (de todo tipo) es poder imaginarme siendo otra persona. Sé que para los jugadores jóvenes uno de los atractivos es el poder, las armas, lo de fingir violencia. Fue así para mí, al principio. Pero me hago mayor incluso para rolear, y tengo la absurda manía de pretender que mis personajes sobrevivan y tengan una "buena vida". Lo de ir de aventura se me hace un poco grande, a veces. Sobre todo en los vivos. ¡Es que me meto tanto en el personaje que me creo hasta que puedo morir! Y me paso la partida con miedo, jajaja. Supongo que por eso una partida de rol en vivo es una experiencia tan intensa para mí.

Me encanta el proceso de creación del personaje. Imaginarme su aspecto, su vida pasada y futura, su modo de ser, sus habilidades y defectos. Si es un vivo, puedo incluso crear su aspecto, su ropa, sus artilugios.

Es un modo de escapar de esta insulsa vida diaria. No lo niego, es un ejercicio de escapismo. Un vertiginoso intento por encontrar la ilusión que la vida diaria, la vida normal, no me da. Ha llegado un punto que ni siquiera sé dónde buscarla. El rol, creo, sirve para disfrazar la impotencia que la vida real me causa.

Zirbêth.

SOLITARIA

Mi madre, al ver que me metía en mi cuarto, ha entrado tras de mí. "¿Ya te vas a encerrar otra vez?" Soy solitaria. No es que no quiera salir (ahora que ya no siento que no sea capaz, pero ese es otro tema). Vivo lejos de donde mis amigos viven, ir a verlos supone, para empezar, gastar, y para continuar, disponer de bastante tiempo. A cualquier salida hay que sumarle una hora de ida y otra de vuelta, como poco.

Pero es que, además, soy solitaria. Mi madre siente tristeza. Soy muy joven y no debería encerrarme. Está bien que ella lo haga, porque ya ha vivido mucho, pero yo no debería encerrarme.

Yo soy así. Soy solitaria. Siempre lo he sido. Lo cual no significa que no tenga amigos, que no me guste verlos o que no disfrute de la compañía. Tengo muchos amigos, y cuando me apetece disfruto de su compañía. Más o menos.

Me aturde tener a mucha gente alrededor, salvo si estoy trabajando. Cuando de jovencilla salía de marcha, quedaba con mis amigos un rato, pero luego me iba yo sola. A bailar, a pasear por los locales, a conocer gente nueva. Pero sola. Me gustaba darme una vuelta y obserbar a la gente a mi alrededor, como se relacionaban, se miraban. Luego, me iba a casa, unas veces sola, otras acompañada. Salir en pandilla siempre me ha agobiado un poco, salvo cuando se trata del smial para hacer cosas, o de grupos de gente creativa para lo mismo.

El otro día se lo comentaba a un amigo: me cuesta encontrar a alguien con quien no me canse de estar, a quien me guste tener cerca todo el tiempo. Me gusta estar sola en mi cuarto, leyendo, escribiendo, lo que sea. Me gusta la tranquilidad, el silencio, me gustan las buenas conversaciones y pasear por lugares tranquilos horas y horas, hablando o en silencio.

Ahora recuerdo que, de pequeña, pensando en qué quería ser de mayor, me imaginaba a mí misma en un observatorio en un bosque, con mis prismáticos: quería ser guardabosques. Yo no quería ser actriz, ni cantante, ni "jefa". Quería ser guardabosques: soledad y silencio.

Mi madre se extraña, y le entristece. Sospecho que piensa que he envejecido prematuramente. No es así. Siempre he sido solitaria. En la adolescencia, nunca paraba en casa, pero era para huir de mi padrastro, primero, y del ambiente en casa de mi abuela, después. Me iba, muchas veces sola, a leer a una librería donde el librero era amigo. A visitar algún amigo un rato, uno de esos amigos de los de buena conversación. Siempre he buscado la compañía de buenos conversadores. De esos con quienes compratir grandes charlas, y también grandes silencios. Me iba con la moto a pasear por Granada.

La diferencia ahora, tal vez, estriba en que no tengo un amigo con quien desaparezco duranre horas. En que no cojo la moto y me voy a estar sola en cualquier sitio, aparte de mi casa. Mi madre no sabe que, a raiz de haber vivido sola, o compartiendo piso, pero sola, tanto tiempo, en Madrid y en Brighton, mi soledad se ha acentuado. Muchas de las buenas conversaciones las mantengo ahora con amigos que no viven en la misma ciudad que yo, ni en la misma comunidad autónoma, a veces ni en el mismo país. Mantengo largas conversaciones por chat. No es lo mismo que hablar en directo, pero mis amigos no están cerca.

A veces pienso que descuido a mis amigos, que les veo muy poco. Hay algunos amigos con los que llevo meses sin hablar. No es que no les aprecie, que no les quiera. Les quiero mucho. Pero soy solitaria. Incluso estando con ellos, a veces me aparto y les miro desde lejos. Me gusta verles felices, juntos, riendo y disfrutando. Simplemente, me cuesta mucho a veces estar con ellos. Por eso, suelo quedar con ellos individualmente, disfrutar de una buena conversación, pasear juntos. Los grupos, demasiadas veces, me sobrecargan. Me gusta la soledad, o la soledad compartida.

Soy así. Soy solitaria.

Zirbêth.

viernes, abril 06, 2007

ILUSIÓN

Tal vez eso que me falta sea ilusión.

Zirbêth.

DESGANA

De paseo por la blogosfera, encuentro bitácoras que me recuerdan, de algún modo, a la mía en sus primeros tiempos. Esos tiempos en que se me ocurría hablar de todo, que hacía un post de cualquier pequeña anéncdota, de mis pensamientos, de mis lecturas.

Pero llevo ya un tiempo de soledad autoinducida en que parece que no sólo me cueste ver a mis amigos reales, sino que tampoco encuentro razones para escribir sobre el día a día, sobre lo que se me pasa por la cabeza, sobre eso que vi cuando fui a comprar y que me enterneció o disgustó, o vaya usted a saber. Tampoco siento ese impulso de reflexionar en palabras escritas, de compartir mis anhelos y preocupaciones, vitales o globales. Y lo poco que escribo parece más un parte médico que los deseables posts para un blog.

Me falta algo, y no sé qué es. Y me sobra desgana. En mis pulsos creativos, parece que paso de una vorágine creativa al más desolado páramo del dejarlo estar. No quiero obsesionarme. Sé que, en unos días volveré a escribir, sobre Herussa, sobre Marta y sobre lo que me venga a la cabeza. Pero ahora mismo tengo la sensación de que, cualquier cosa que escriba, ya la habré escrito antes mejor. Temo que ya no haya más introspección porque se haya acabado aquello sobre lo que indagar. Espero salir, de una vez por todas, de esto que me pasa y que me tiene así, desganada de casi todo.

Zirbêth.

martes, abril 03, 2007

PERTRECHOS DE BATALLA

El domingo, tras ardua y polvorienta incursión en el trastero, me traje a casa el atuendo de Amae Dabra: túnica, manto, bastón de mago, grimorio, máscara y portapergaminos. Me faltó encontrar la "ropa interior", es decir, todo eso que uno se pone bajo el disfraz de corte romano para evitar perecer de frío en las gélidas noches de la sierra de Los Palantares. Necesito encontrar mis pantalones térmicos, unos guantes negros y un jersey también negro, ampliote él, para poder ponerme debajo tantas capas de tela como requieran las circunstancias. Que serán muchas. Y roguemos a los dioses, al Destino y a quien se tercie para que no llueva. La lluvia es lo peor que le puede pasar a un vivo.

Y lo peor que le puede pasar a un jugador, es que lo maten. Y lo mal que sienta suele ser proporcional a lo que te has currado el personaje. Así que, bien pensado, mejor dejar parte de las libaciones a los dioses para rogar por la propia vida. Que es muy frustrante quedarte sin personaje en medio del evento o, peor aún, al principio.

Tengo ganas ya. Casi no puedo ir, entre unas cosas y otras. Pero al final, entre dos personas o tres han conseguido, no sólo que fuese, sino que pudiese llevar a mi personaje de eventos anteriores. Amae Dabra, hechicera del ejército de Kalendor y pacifista vocacional. Lo que son las cosas. ¡Gracias, chicos!

Zirbêth.