INTERCAMBIO
- ¡Tetona!
- ¡Gilipollas!
Y ambas afirmaciones eran verdad.
Zirbêth.
"Para sobrevivir, hace falta contar historias"
Yo me quiero ir a una isla de esas perdidas en el caribe, sin nada de comer más que lo que da la tierra y eres capaz de pescar del mar. Como los supervivientes de la tele. Así, sí que adelgazaría. Vamos, por las bravas. Dos meses en mitad de la nada, sin tele, teniendo que currarme desde la comida a la cabaña para dormir, luchando contra el hambre sólo con la desesperación, todo el día a la intemperie, con esas playas paradisiacas en que nadar, ese monte que escalar en busca de cocos y mangos. Volvería hecha una amazona, morena hasta rabiar y con un cuerpazo de escándalo. Dos meses, y las grasas se irían a tomar viento y se me pondrían las carnes prietas. Yo no sé como no hay ya empresas que se dediquen a eso. Quitando lo de los mosquitos, todo me parece un plan perfecto. El aután y calcetines es lo único que echaría en falta y que, dado que no le van a enseñar a nadie mis miserias, pues bien podrían proporcionármelo. Am, y libros. Una fuente de luz eléctrica y libros, para pasar la soledad. Lo demás, tan duro como quieran. Una operación bikini como Eru manda.
Me falta tiempo, aunque soy consciente de que desperdicio parte del que me ha sido concedido. Es mi prerrogativa (esta palabra me encanta, la "adopté" de mis lecturas de Anne Rice). Por eso, llevo unos días sin postear en serio. Tengo que terminar la traducción del libro, y se me acaba el tiempo. Por eso, estoy posponiendo varias tareas:
Quien quiera que traduzca para doblaje Los Simpson, se equivoca cuando usa el término badulaque como nombre genérico de la tienda de Abbu. Porque, según la RAE, badulaque es:
(Del mozár. berdolaca, y este del lat. portulāca).
1. m. Afeite compuesto de varios ingredientes, que se usaba en otro tiempo.
2. m. ant. chanfaina (guisado de bofes o livianos).
3. com. coloq. Persona necia, inconsistente. U. t. c. adj.
4. com. Ec. Persona impuntual en el cumplimiento de sus compromisos.
Maula:
1. adj. Arg., Bol., Perú y Ur. Cobarde, despreciable. U. t. c. s.
2. f. Cosa inútil y despreciable.
3. f. Engaño o artificio encubierto.
4. f. p. us. Pedazo de tela, piel o chapa que se vende como saldo o resto de mercancías.
5. f. ant. Propina o agasajo que se daba a los criados ajenos.
6. com. coloq. Persona tramposa o mala pagadora.
7. com. coloq. Persona perezosa y mala cumplidora de sus obligaciones.
ser alguien buena ~.
1. loc. verb. coloq. Ser taimado y bellaco.
Zangolotino:
(De zangolotear).
1. m. y f. coloq. niño zangolotino: m. y f. coloq. Muchacho que quiere o a quien se quiere hacer pasar por niño.
Lo sé, llevo unos días sin escribir. Pero es que no se me ocurre nada que contar, salvo la continuación del post anterior. Y ese se está gestando, de momento. Bueno, he terminado la parte del libro correspondiente al mundo antiguo, y estoy con el medievo. Me he comprado un llavero manga violeta y hortera que es una sirenita: se me rompió hace unos meses mi llavero de Tolkien. Snif. La verdad, decir comprar es exagerar: la del chino se ha olvidado de cobrarlo (¡no, no lo he mangado!). Me he viviciado a un juego genial que me ha pasado Morwen: las aventuras de un monigote en el surrealista mundo de los monigotes. Es divertido, muy divertido.
¿Qué hacer si, en una cena hobbit, alguien se ha descalzado y le huelen los pies? ¿Qué hacer si a ese chico que tanto te gusta le huele el aliento? ¿Qué hacer cuando a esa chica que te has "llevado" a casa sus genitales le huelen fatal? ¿Qué hacer con esa amiga o amigo que no se lavan los dientes bien y siempre tienen restos de comida en los dientes? ¿Qué hacer con ese amigo o amiga que llega a una cita y huele que tira de espaldas? ¿Qué hacer con ese chico al que te "llevaste" a casa y descubriste que tiene problemas de erección, que la tiene rara o, sencillamente, que la tiene pequeña? ¿Qué hacer con ese amigo que es un desastre en la cama pero cree que lo sabe todo? ¿Qué hacer con esa persona a la que aprecias, que tanto insiste pero a la que tú no deseas ni remotamente? ¿Qué hacer...?
Al hilo de la canción infantil del otro día, mi madre, un par de días más tarde, mientras almorzábamos, me recitó una de las poesías que más le gustaban de pequeña.
Normalmente, cuando tardo en coger el sueño, me pongo a leer y caigo en pocos minutos. No importa que esté hiperactivada, me duermo. A veces, incluso aunque sean las doce de la mañana, vaya en metro y de pie: me entra un sueño terrible.
La vida, de vez en cuando, se tira un detalle, y hoy ha sido una de esas ocasiones. Tras dos años de búsqueda, Internet ha hecho posible que un amigo muy querido y del que nada sabía desde hace cinco años, haya dado conmigo. Voy dejando un rastro de frikismo allá por donde paso, así que al final ha dado conmigo.
El doctor me ha dicho que, según los análisis, me faltan alimentos verdes en la dieta. Que comer verde una vez al mes no es ni remotamente suficiente. Así que a ver si hay suerte y puedo ponerme con la dieta en breve. Ahora mismo estoy tan liada que va a ser difícil. Por no hablar de que, la verdad, la carne de orco no es tan fácil de conseguir como pueda parecer.
Sería un nombre alternativo para el libro que traduzco más que apropiado. Nunca había escrito tantas veces seguidas (ni dicho [ni hecho, por si alguien lo dudaba]) palabras como estas:
Tiene su gracia que lo que me haga necesitar descansar cuando traduzco no sea el cerebro, sino el culo.
Ha sido duro, pero he terminado con la introducción y glosarios del dichoso libro. Ha sido tremendo, qué de vocabulario nuevo y enrevesado he tenido que sacar. La madre que lo parió (en este caso, padre, creo).
Dos de los aspectos de la vida que la depresión y la ansiedad estaban haciendo que me perdiese son los olores y los sonidos. Cuando estoy mal no puedo escuchar música, prácticamente. A lo mejor tolero música no muy alta, producto del azar o la voluntad de otros, o alguna banda sonora de efectos calmantes. Pero el poder evocador de la música es más de lo que esas pobres y maltrechas pseudoneuronas mías pueden soportar. La música deja de ser placer para convertirse en fuente de dolor. No le deseo esto a (casi) nadie (casi) nunca. Menos mal que soy capaz de sobrevivir sin música.
Hay canciones, de esas que te cantan tus papis, tíos, etc., que cuando eres niño te resultan deliciosas. Esta es una de mis favoritas de cuando era peque:
En casa, somos tres. Mi madre, Pedro, y yo. Tres solterones viviendo juntos. Incluso auunque ellos son pareja, han vivido solos bastante tiempo, así que, en muchos aspectos, son solterones. Como yo.
Cuando rescaté este invierno al segundo gato, esa pobre criaturita esmirriada y diarreosa que casi lloro al llevárselo el de la protectora (debo decir que para dárselo a su nuevo dueño), compré una bolsa enorme de comida para gatos. Bolsa que sigo teniendo en mi habitación, al lado de un saco de arena de gatos, escondidos ambos en un rincón tras el armario. Pues bien, hoy no he podido resistirme más y armada de la comida embolsada, me he subido a la escalera y he arrojado una buena ración al otro lado del muro del patio.
Dolencia que afecta principalmente a los ojos, el cerebro, la mano derecha y el culo, cuando uno se pasa diez horas frente al ordenador buscando la traducción al español de los nombres de un montón de pequeñas y cambiantes piezas de los mecanismo de las armas de fuego. Los ojos borrosos, el cerebro inservible, la mano derecha agarrotada y el culo sin circulación de la de horas sentado en esa terroríficamente incómoda silla.
El patio del piso nuevo (ya debería decir nuestro piso) colinda con un enorme patio interior de una casa antigua. Una casa que está habitada en parte, pero con la mayor parte de su espacio en estado de, mmmm, apuntalamiento. Y está llena de gatos. De momento, he identificado nueve diferentes. La mayoría son familia, y se nota en los ojazos verdes que comparten. Uno rubio claro rayado, dos grises también rayados, el más joven más claro, una hembra de manchas negras y blancas, otra de pelo largo negra y naranja, otra de rayas y blanca, tipo antifaz, con su cría de unos dos meses, también de rayas grises, pero más claras y tirando a naranjas, otro negro... Me dejo uno, que seguramente será a rayas también, y gris.
Mi mejor amigo desde los quince años se llama Rafa. Le conocí cuando viví en Córdoba. Nos trasladamos allí desde El Puerto, cosa que me sentó como una patada en los higadillos, porque todos mis amigos, mi vida, estaba allí. Tímida y retraída como era en esa horrible adolescencia, mi madre, a través de una compañera de trabajo, me metió en los Scouts.
Increible. Apenas he estado una hora sin conexión. No me lo puedo creer.
Pensaba aprovechar estos últimos momentos de conexión antes del ciberexilio para escribir algo, pero estoy demasiado dormida. Creo que voy a desmontar el circo y a llevárme mis bártulos a la nueva casa. Nos vemos en ¿unos días?