domingo, febrero 08, 2009

EFECTOS SECUNDARIOS

Hoy, después de haber dormido como diez horas por la noche y otras cuatro en una especie de siesta de antes de comer (cosa que hemos terminado haciendo a las seis y media), M. algo sorprendido por lo cansada y dormilona que estaba me ha interrogado un poco. Tras balbucear una respuesta inconexa y bostezante, se le ha ocurrido que leyese el prospecto de mi medicación a ver si eso de que me canse tanto y de mis panzadas de dormir tenía algo que ver con ella. En efecto: cansancio, somnolencia o insonmio, sudoración excesiva... Estos y otros efectos secundarios están presentes en mi vida diaria. Un auténtico latazo, y más ahora que tengo pareja y me gustaría poder compartir tiempo con él... despierta. Supongo que debo volver a plantearme lo de dejar la medicación, esta vez con más cuidado y pidiendo a mis personas queridas que me ayuden. Me da miedo, para qué vamos a engañarnos. Los efectos secundarios son una mierda, pero es mucho peor que tu cerebro no funcione en condiciones.

Me da cierta pena, además, que llegue el fin de semana, y en vez de dedicarme a hacer cosas que me apetezcan de verdad, o incluso que debería, tenga que dedicar buena parte de mi tiempo al más básico de los descansos. Como, además, parte, buena parte de mi tiempo los findes se lo dedico a M., cada vez escribo menos, y juego menos. Aunque, debo decir, los efectos secundarios de haberle encontrado y que sea parte de mi vida me preocupan, en el fondo, muy poco.


Zirbêth, ennoviada.

miércoles, febrero 04, 2009

COMO SIEMPRE

Hace un par de meses, en mi oficina compraron unas botellas de cava para celebrar que teníamos un nuevo socio podrido de dinero que nos hacía aún mejor empresa de lo que éramos. En diciembre, el día de la cena de Navidad de la empresa, nuestro jefe jefazo nos dio una charla sobre que, pese a la crisis, nosotros seguíamos igual de bien, aunque había que andarse con cuidado. El lunes de la semana pasada un mail del mismo jefe jefazo nos comunicaba que, por lo menos hasta Junio, los sueldos y sus revisiones quedaban congelados. Así aseguramos que mantenemos los puestos de trabajo.

Lo de siempre, vamos. Llega la crisis, e incluso las empresas que están bien se dedican a aprovechar la situación para putear a los trabajadores. Lo importante es que los socios capitalistas no vean mermados sus beneficios. Si resulta que los beneficios no los producen las operaciones, pues se lo quitamos a los trabajadores. Ya lo he dicho muchas veces: somos la mercancía más barata del mercado.

En otras empresas, seguramente, lo del monstruo de la crisis es más fácil de vender. Pero resulta que en la mía no. No porque, al ser mi departamento el contable, sabemos exactamente cuanto ingresamos, el número de clientes, etc. Es decir, que tenemos en la mano la información que confirma o desmiente si tal apretada de cinturón mediante la congelación de nuestros sueldos es necesaria o no.

Hasta mayo no me tocaba la revisión de sueldo. Si nada malo de verdad oucrre, para mi esta congelación sólo será de un mes, lo cual no es malo del todo. Lo que pasa es que me temo que, sin recurrir a ninguna originalidad creativa, en Junio dirán que la crisis está empeorando y que va a ser más larga de lo que parecía en enero, y el congelamiento seguirá implantado.

Mientras tanto, ayer el portero de mi casa me enseñó el recibo de la luz de su casa, que como sabéis ahora se pagara mensualmente. De menos de nueve euros en diciembre ha pasado a treinta y tres en enero. El de unos vecinos, de ciencuenta y uno a ciento cincuenta. El nuestro aún no ha llegado, pero parece claro que la factura se ha triplicado. Veremos la del gas, y el alquiler, y...

Nada, cuando me descongelen el sueldo, aparte de llevar los resultados de la empresa, aportaré la subida de electricidad, gas y alquiler, y les diré que, por caridad cristiana o de la que les parezca, me permitan seguir comiendo todos los días. Que tampoco pido tanto. No es mi intención participar, como mi jefe jefazo el que dice que hay que apretarse el cinturón, en el París-Dakar.

Zirbêth.